FRANCISCO DÍAZ GARCÍA,
cantaor no gitano, más conocido en el mundo del arte del cante flamenco con el
nombre artístico de CURRO DE UTRERA, nació en Utrera (Sevilla) el día 27 de
marzo del año de 1927.
En Córdoba por su grandeza en sus cantes le consideran
hijo adoptivo, durante muchos años ha residido en esta ciudad y es un buen
conocedor de los estilos cordobeses. Muere el día 20 de junio del año de 2015 en Cordoba, pero es enterrado en Utrera.
Francisco su padre, calero de profesión,
y Ana vieron nacer a sus cinco hijos: Manuel, Salud, Sebastián, Curro y
Manuela.
En Utrera a
los nueve años de edad se vio obligado a supervivir con el cante, ya que el
padre fue condenado a presidio por rojo. Cantaba por las tabernas y ferias de
Utrera, Dos Hermanas y otras comarcas de Sevilla y Cádiz, pasando el platillo
bajo el nombre de El Toleano junto a sus compadres Perrate de Utrera y
Enrique Montoya.
La voz de Currito, se escuchó por las
tabernas del pueblo antes del estruendo de metralletas desde los Salesianos, y
en la ermita de Consolación de Utrera en el verano del 36. Decia curro que "Había dos o
tres mil soldaos en Utrera y que iba a cantarles a la cantina. Me juntaron para
unos zapatos y unas calzonas y me llenaban la olla de comida para mi
casa". Tenía 9 años.
De ahí se escapó a
Marruecos, hasta ser contratado por Juanito Valderrama, que le permitió darse a
conocer por toda España con sus singulares fandangos, variantes que llevó a las
estrellas de la popularidad.
En 1941 arribó a Madrid de
clandestino en un tren para debutar con ropa prestada en Radio Madrid, y a
su regreso hizo parada en Córdoba, en casa de una tía materna, donde introdujo
su calidad cantaora en las tabernas flamencas. Se hizo respetar y querer, y su
fama se fue extendiendo hasta establecerse definitivamente en la Venta El
Platerito, de Córdoba, sita en el barrio de las prostitutas de Cercadilla,
donde se hizo profesional con gran repercusión, como cuando logró dar la vuelta
al ruedo en la plaza de toros de Linares tras su triunfal actuación en 1942.
Sería en 1943 cuando dio el
salto definitivo a la Villa y Corte, donde de la mano del empresario Monserrat
fue presentado como Currito de Utrera, alternando con las figuras de entonces y
haciendo bolos por todo el territorio nacional. Un año después se incorporó al
elenco de Pepe Marchena, compañía que al llegar a Barcelona aprovechó Curro
para grabar sus dos primeros discos. Tenía por entonces 16 años y ya se
había ganado la consideración de sus coetáneos, al punto que lo aprehendido de
los maestros en las fiestas de Madrid le valió para sobresalir en cuatro
premios del Concurso de Córdoba de 1958, ciudad en la que alternó con los
portavoces de ecos ancestrales locales como José Onofre y el Chato Navajitas.
Emergen los festivales
flamencos de la canícula andaluza pero a Curro se lo rifaban en los locales
cordobeses más emblemáticos, como El Mesón o la Taberna El Pisto, y fue
despertando cada vez mayor interés en las casas discográficas, de ahí que
grabara en 1958 su fandango más universal ('Ganó mi bravo velero'), soleares
locales, fandangos de Lucena y otros muchos más estilos que lo convirtieron en
un cantaor completo, pero sobre todo en el embajador de los llamados cantes de
Córdoba desde que en ese año se instituye como la universidad donde aprender
las alegrías de Córdoba ('Pregúntale al Patero'), cantiñas que desde entonces
siguieron El Lebrijano, Luis de Córdoba, Miguel Poveda, Esperanza Fernández o
Arcángel, entre los muchos.
Pero el ámbito territorial
se le quedaba pequeño y Curro gira por toda España entre 1960 y
1976 con Lola Flores, Niña de Antequera, Juanito Valderrama, Niña de la
Puebla, Pepe Pinto, Fosforito o La Paquera de Jerez, con quien participó en la
película 'Los duendes de Andalucía' (1965), además de participar con Pericón de
Cádiz en el film 'El Paseíllo' (1968), y ser testigo de la presentación de
Camarón de la Isla en Sevilla, que no quería ser cantaor por entonces y le compraron
una guitarra entre Curro, Valderrama y Fosforito.
Su fama le llevó a ser
nombrado en 1972 rey mago en Utrera y se decidió a incorporarse a los
festivales de veranos andaluces y recitales peñísticos, lo que hizo a partir de
1973 y constatando no ya su profesionalidad intachable o rigor cantaor, sino
dejando de manifiesto en cada actuación cómo pudo sobrevivir a tres ciclos de
la historia del flamenco -Ópera Flamenca, Época Teatral y Festivales
Flamencos-, propagando el sagrado nombre de su tierra y cómo disponer de un
lenguaje propio para que su voracidad enciclopédica se expandiera por las
arterias del corazón de los cabales.
En 1985 se inaugura en su
pueblo la acreditada Peña Flamenca Curro de Utrera, once años después de que su
homónima de Córdoba le dedicara su Semana de Estudios. Fue honrado en 2001 en
Córdoba el Día de Andalucía, el año en que fue homenajeado por la Peña El
Chozas, de Sevilla, y por fin le dedicaron el Potaje Gitano de Utrera, con lo
que, como dijimos entonces, "con Curro de Utrera se acabaron los
distingos entre payos y gitanos".
La Bienal de Sevilla, por su
parte, no se acordó del maestro hasta 2004, y Puente Genil lo evoca un año
después, así como Arcos (2008), recibiendo en 2009 el título de Hijo Predilecto
de Utrera. También La Guijarrosa, donde vivía, y la Cátedra de Flamencología de
Córdoba, le rindieron pleitesía en 2011 a quien, teniendo tres peñas flamencas
a su nombre, siempre acompañó sus cantes con un gran sentimiento de certeza: la
seguridad.
Empero, la última gran lección
ante los suyos fue el 8 de noviembre de 2014 en el prestigioso Festival el
Mostachón, que en su treinta edición evidenció, como publicó EL MUNDO,
"que en la garganta de Curro los cantes mantienen, ante todo, su dignidad
y belleza, aparte de fundir la emoción de la soleá y la caña con la luminosidad
de la rondeña, con lo que, a sus 87 años y sin tener aún la Medalla de
Andalucía ni falta que le hace, honró al homenajeado (Rafael de Utrera) en este video a la guitarra Enrique Rodriguez, mi primo.
con
sonidos que viajaron en un tranvía con destino: hacer disfrutar al público con
la mayor variedad de matices posibles".
Pero si esa fue la ilusión
de toda su vida, que el cante, en toda su diversidad, encontrara acomodo en el
público, su meta fue dignificar el flamenco entre la juventud, lo que explica
que aquel 18 de enero de 2012, cuando el Centro de Iniciativas Culturales de la
Universidad de Sevilla (CICUS) presentó, gracias al utrerano Antonio Torres, un
mano a mano entre los decanos del cante y la crítica -Curro de Utrera y quien
firma-, el artista, empapado en su propio goce, me confesara ante su mujer
Clara Gómez: "Toda una vida de amargura cantando y hoy me lo habéis pagado
con la moneda de la felicidad. No tengo la Medalla de Andalucía, pero qué
mayor galardón que éste. Martín, búscame universidades que me den salud".
Gracias a ti, mi muy querido amigo. Mil gracias maestro, porque si la salud no
pudiste abatirla es porque la inmunidad de la universidad del cante estaba en
ti. Una inundación de aplausos, pues, para quien tuvo plata en el pelo y oro en
la garganta.
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